La Universidad de Buenos Aires decidió otorgarle a Carlos “Indio” Solari el título de Doctor Honoris Causa, el máximo reconocimiento académico de la casa de estudios, y el impacto de esa resolución desbordó largamente el mundo universitario para instalarse de lleno en la historia del rock argentino. No se trata solo de una distinción protocolar: la UBA lo reconoce como “personalidad destacada del arte y la cultura popular” y subraya que su obra constituye un aporte fundamental al patrimonio simbólico del país. En un país donde las universidades públicas suelen ser termómetro de clima cultural y político, que la mayor institución académica coloque al Indio en ese podio marca un hito que reconfigura la relación entre el rock y la academia.
La resolución del Consejo Superior, firmada por el rector Ricardo Gelpi, repasa más de cinco décadas de trayectoria para justificar el honorífico. Destaca al fundador y voz emblemática de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota como una figura central del rock argentino y latinoamericano, y pone en el mismo plano su etapa al frente de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. Ambos proyectos son definidos como “hitos de la música popular” y como experiencias comunitarias singulares alrededor de sus recitales masivos, esos rituales ricoteros que, sin difusión tradicional ni exposición mediática, construyeron una de las comunidades de público más fieles y extensas del continente.
El documento académico entra en un terreno que, durante años, muchos sectores esquivaron: la densidad poética y simbólica de las letras del Indio. La UBA subraya que sus textos fueron objeto de análisis desde perspectivas filosóficas, sociológicas, literarias y culturales, y que allí se fue configurando un lenguaje propio, crítico de la realidad social, del poder y de las desigualdades. Lo que durante décadas se vivió en cancioneros fotocopiados, fanzines y discusiones de fogón ricotero, hoy queda cristalizado en lenguaje institucional: la universidad reconoce que esas metáforas enrevesadas, ese mundo de personajes marginales y guiños políticos, contribuyó a producir sentidos colectivos que forman parte de la cultura argentina.
La resolución también hace un recorrido minucioso por la discografía que cimentó ese lugar de culto. Enumera desde los discos iniciales de Los Redondos, como “Gulp!” (1985) y “Oktubre” (1986), pasando por “Un baión para el ojo idiota” (1988), “¡Bang! ¡Bang!… estás liquidado” (1989), “La mosca y la sopa” (1991), “Lobo suelto, cordero atado” (1993) y “Luzbelito” (1996), entre otros. Y completa el mapa con la etapa solista junto a Los Fundamentalistas: “El tesoro de los inocentes (bingo fuel)” (2004), “Porco Rex” (2007), “El perfume de la tempestad” (2010), “Pajaritos, bravos muchachitos” (2013) y “El ruiseñor, el amor y la muerte” (2018), discos que ratificaron que el mito ricotero podía reinventarse fuera de Patricio Rey sin perder potencia de convocatoria ni filo estético.
En paralelo, la UBA recuerda que no es la primera vez que el Indio cruza el umbral del reconocimiento institucional, pero sí la más alta. El músico ya había recibido el Premio Konex 1995 como cantante masculino de rock y el Konex de Platino 2015 como solista masculino, además de ser declarado Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura porteña, entre otras distinciones. Sin embargo, el Doctorado Honoris Causa de la universidad pública más grande del país ordena de otro modo ese recorrido: legitima académicamente a un artista que siempre eligió la periferia mediática, que construyó su obra al margen del canon y que, desde esa posición, terminó marcando generaciones enteras. En un tiempo de repliegue cultural y disputas por el sentido común, que la UBA abrace al Indio no es solo un homenaje: es también una toma de posición sobre qué voces integran, de ahora en más, el corazón de la cultura argentina.
