Andrés Calamaro deslumbró a miles de seguidores en el Movistar Arena
Con entradas agotadas y una expectativa descomunal, Andrés Calamaro inauguró anoche su ciclo de tres presentaciones consecutivas en el Movistar Arena, consolidando así una tradición que se ha convertido en parte del calendario artístico porteño. El Salmón, como lo conocen sus admiradores, volvió a demostrar por qué sigue siendo una figura central del rock argentino, cautivando a la multitud con una conexión tan auténtica como arrebatadora durante toda la noche.
El recital de apertura funcionó como una celebración del repertorio implacable que ha construido Andrés Calamaro a lo largo de décadas. Sin necesidad de presentar nuevo material ni conmemorar aniversarios discográficos, el músico optó por lo más directo y contundente: un despliegue de veintitrés canciones que tienen la cualidad de ser coreadas de punta a punta. Desde los primeros acordes, temas como «Crímenes perfectos», «Loco» y «Te quiero igual» marcaron el tono de una noche donde la efectividad del repertorio fue tal que bien podría haberse extendido sin que la audiencia perdiera ni un ápice de intensidad.
En términos de producción, Calamaro apostó por la esencia: una banda de siete músicos ejecutando con soltura y rodaje, guitarra rasgueada al aire para comprobar que todo funcionaba, y pantallas como complemento visual. Nada de pirotecnia elaborada ni guiones grandilocuentes; el foco estuvo íntegramente en el artista y su música. Durante los temas, el Salmón se permitió pequeños homenajes que circulaban naturalmente: fragmentos de «Sir Duke» de Stevie Wonder, «Smoke On The Water» de Deep Purple con saludo a Glenn Hughes incluido, y referencias a Los Abuelos de la Nada. En medio de la performance, Calamaro se preguntó en voz alta si Messi compra sus camisas y trajes en la misma tienda que él, un divague típicamente suyo que evidenció el carácter lúdico y descontracturado del show.
La segunda mitad del concierto estuvo marcada por la llegada de invitados especiales que enriquecieron aún más la experiencia. Chano y Bambi de Tan Biónica se sumaron para «Donde manda marinero», Facundo Soto de Guasones aportó su talento en «El salmón», y Patricio Sardelli de Airbag participó en «Paloma», tema que Calamaro calificó como «la mejor canción del mundo». Esta serie de participaciones no fue caprichosa: reflejó la solidaridad y el respeto dentro del ecosistema del rock argentino, transformando el Movistar Arena en un espacio de confluencia generacional. La banda sonó plena en todo momento, con Calamaro jugando con sus propias melodías hasta los límites de lo reconocible.
Los bises fueron casi inamovibles, como suele suceder en sus presentaciones. «Loco» completó el tramo final junto a «Los chicos», coronado con un enganchado a «De música ligera» de Soda Stereo que transportó al público a otros momentos gloriosos del rock local. Mientras tanto, las pantallas proyectaban un homenaje visual con imágenes de Miguel Abuelo, Federico Moura, Ricardo Iorio, Gustavo Cerati, Pappo y Diego Maradona compartiendo un asado imaginario. Sin más artificios ni despedidas grandilocuentes, Calamaro se sacó la guitarra, saludó a sus músicos y se retiró. Las canciones habían hecho el resto.
Con esta presentación inaugural, Calamaro ya ha garantizado que los próximos encuentros del miércoles 26 y viernes 28 de noviembre mantendrán la misma intensidad y conexión con su audiencia. El Movistar Arena, que se ha convertido en parada obligada de sus giras, nuevamente fue testigo de por qué el Salmón sigue siendo un referente indiscutible del rock argentino: porque sus canciones trascienden la nostalgia y se reinventan en cada presentación, manteniendo viva la llama de una pasión que contagia a miles de seguidores noche tras noche.
